Cuando sientes que la mano de la muerte se posa sobre el hombro, la vida se ve iluminada de otra manera y descubres en ti misma cosas maravillosas que apenas sospechabas. ISABEL ALLENDE.







martes, 8 de septiembre de 2009

carpe diem


Carpe diem, carpe diem, carpe… diem,

aun resuenan esas palabras en mi mente, Es Keating en que susurra una y otra vez,

- nos obligaron señor Keating, nos obligaron a firmar!- decia Todd Anderson con los ojos empañados en lagrimas, y un sincero arrepentimiento….


Respiro hondo y recuerdo…
Mis ojos se posaron sobre el señor Keating, una media sonrisa apareció en su rostro, cuando el primero de los alumnos se puso de pie sobre su pupitre, -Oh capitán, mi capitán…, y uno tras otro, nos fuimos poniendo en pie… Por fin, eramos libres de una sociedad que los obligaba a tener unos valores:
“Tradición, Honor, Disciplina y Excelencia”.
En un momento, se rompieron esos falsos valores de un antiguo colegio Welton, para sucumbir al: “Travesura, Horror, Decadencia, Pereza”.

¿Crees que todo habría sido distinto si hubiéramos aprendido el valor de esas palabras antes?
En ese preciso momento, en el cual todos estábamos en pie, sobre nuestros pupitres, fuimos “capitanes de nuestra alma” como decía : William Ernest Henley en : INVICTUS uno de aquellos primeros poemas que leímos en la cueva india mientras “fabricábamos poesía”.
Todo paso muy rápido, el señor Keating nos dio las gracias y desapareció tras la puerta, nos miramos unos a otros subidos en aquellos pupitres, todos sonreíamos.
Aquella noche volvimos a la cueva inda en homenaje a Keating y a Neil, nos reunimos frente al fuego, nos dimos las manos, y comenzamos a reir.




Esa seria nuestra ultima visita a la cueva, esa seria la ultima reunión de “El club de los poetas muertos”

1 comentario:

  1. Leerte es salir de todo el contexto cotidiano de los blog.. escribes maravillosamente bien y diferente..

    Un abrazo
    Saludos fraternos

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