Cuando sientes que la mano de la muerte se posa sobre el hombro, la vida se ve iluminada de otra manera y descubres en ti misma cosas maravillosas que apenas sospechabas. ISABEL ALLENDE.







martes, 8 de septiembre de 2009

la varita magica

la varita magica.


El otro día me paso algo raro, algo muy extraño, mi hermana pequeña Carmen y yo paseábamos agarradas de la mano por la orilla del mar, dábamos saltitos para evitar que las olas, nos mojaran los pies, pero era inútil, siempre acababan espingándonos, mi madre ya cansada de tanto pasear se sentó en la toalla contemplando el mar, mientras que nosotras seguíamos jugueteando entre el balanceo de las olas. En nuestras carreras casi nos chocamos contra una bastante señora que paseaba por la orilla.



  • ¡ay! perdone, lo siento mucho. Dije yo rápidamente,
  • No te preocupes hija, no pasa nada, ¡valla! Que niña más guapa llevas de la mano.
  • Somos hermanas, dijo Carmen tímidamente.
  • Si pues os parecéis mucho, no podéis negarlo. ¿Cuantos años tienes pequeña?
  • Siete.
  • Anda, la edad perfecta, la edad de la magia.
  • ¿La edad de la magia?- Carmen me miraba un poco asustada, no sabia si aquella señora, la estaba tomando el pelo.
  • Si, si, toma, ya veras, coge esto.

Aquella señora estiro la mano, y le dio a carmen un palito de madera de unos cuarenta centímetros de largo y muy delgado, parecía que lo acababa de coger del agua, pues estaba aún húmedo.



  • vamos pequeña, no tengas miedo, no tienes nada que perder.
  • cariño,- la dije yo para que no ofendiera a la señora, pensando en tirar aquel palo hacia el mar, en cuanto nos perdiera de vista la buena mujer.

Carmen cogió aquel palo con extrañeza, pero aun así, le dio las gracias a la señora, en ese momento una ola nos golpeo hasta las rodillas, cuando volvimos a mirar hacia la señora ya no estaba.


Mi hermana no quiso tirar aquel palo de nuevo al mar, así que nos lo tuvimos que llevar a casa, "un telar mas2 había dicho mi madre, cuando la vio aparecer con él. Se paso jugando toda la tarde con el, era su varita mágica, a cada momento nos la posaba en la cabeza y decía, "abracadabra, que te crezca el pelo",( a mi padre que el pobre tiene esa típica M de Mc donalds en la frente) "abracadabra, que tu blusa sea rosa", "abracadabra que esta noche cenemos pizza", "abracadabra que tata me compre una vaca de juguete", "abracadabra que me dejen comer un helado gigante", "abracadabra que mañana haga bueno", "abracadabra que la bandera de la playa sea siempre verde",…


"abracadabra, abracadabra, abracadabra, abracadabra", así durante toda la tarde, mientras bailoteaba por todo el salón.


Así que llego la hora de cenar, y cenamos pizza, y salimos a dar un paseo por la calle, y encontramos una heladería pequeñita, escondida entre dos grandes tiendas, que ponían bolas de helado gigantes, y en un puesto de esos que ponen en los paseos marítimos, había vaquitas de todos los tamaños y compramos una, y a la mañana siguiente la bandera de la playa era verde. Y un camarero torpe callo la copa de vino tinto sobre mi blusa blanca favorita, y… no, el pelo de mi padre no creció, creo que era demasiada magia para un solo día, pero estuvo bien intentarlo.


Carmen estaba contentísima porque todos sus deseos se habían cumplido, pero al mismo tiempo estaba un poco triste, porque cuando se despertó a la mañana siguiente, ya no encontró su varita magia, supongo que no tendrá nada que ver, pero esa noche, mi madre bajo la basura a hurtadillas.


Quien sabe, tal vez fue magia, o tal vez suerte, pero aun así, el brillo de los ojos de esa niña, al ver que todos sus deseos se cumplían, mereció la pena.


Camino


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