Segun vas creciendo, vas deseando alcanzar sueños, metas, yo tengo un sueño raro, me despierto sobresaltada, sudando, intento recordar lo que he soñado pero nunca es posible, uno de esos dias, cuando me desperte si que recordaba el sueño, era perfecto, melodioso, lleno de vida...
Piensalo, a veces, los sueños son un grato regalo de cumpleaños, y como mañana dia 31 de Marzo es el mio, pues me autofelicito de esta manera....
Una vez, tuve un sueño, soñé que era feliz y que cabalgaba en un caballo entre las olas del mar......
Otra noche eterna, otra noche en la que el sueño no invadía su conciencia, decidió levantarse de la cama, como ya había hecho las anteriores noches, recogió la manta del suelo pues, aunque ya casi el verano estaba a punto de finalizar, aún daba los últimos coletazos de calor. Tras ponerse una camiseta con un dibujo indefinido por el paso del tiempo, por dos veces, ya que la primera vez lo hizo del revés, y deslizar por sus piernas ese pantalón vaquero tan peculiar que se suponía que tenia que hacer juego con la parte superior azul celeste que ya tenia puesta, salió por la puerta de atrás, apenas haciendo ruido, pues aunque no tenia a nadie a quien despertar, el silencio que lo envolvía todo era el mejor regalo que podía existir. Prácticamente tras cuatro enormes pasos, sobre un frió y puntiagudo cemento sus pies tocaban la fina arena del mar, la arena deslizándose por entre sus dedos, el sonido del mar que mecía a los que todavía podían conciliar el sueño. Cuanto más se acercaba hacia la orilla, más fríos encontraban los granos de arena que entre sus pies iban dejando la huella de su paso. Ya era casi la hora, estaba apunto de comenzar, se separo de la orilla para no mojarse más, dejo las zapatillas que llevaba de la mano en el suelo y se sentó sobre la misma arena que hasta hace un instante le parecía que estaba helada. Y miro al horizonte expectante. El mar estaba en calma, únicamente se veían tres pequeñas montañitas en la cercanía de la orilla. La primera y la más cercana espumeaba cual botella de cava recién abierta, la segunda, amenazaba en sus puntas con el crepitante sonido de la ola que rompe, y tras la tercera, una leve elevación del agua, la gran calma, una inmensa e infinita línea recta de transparente agua hasta prácticamente unirse con un pequeño y llameante sol dividido en dos, el que surgía por el horizonte, y el que despertaba el transparente y cristalino horizonte, puede que el único movimiento que se contemplaba en esa infinita calma era una familia de juguetones delfines que aprovechaban el aturdimiento de los nacientes rayos de sol para servirse el mejor desayuno. Cuando ya las circulares formas del sol comenzaban a definirse majestuosamente sobre el agua, apareció. Oyó un ruido cercano a ella, entonces volvió la cabeza, se calzó y sonriendo se levantó de la arena, se sacudió la poca arena que le podía quedar adherida a la ropa y avanzo hacia su objetivo, un apuesto joven, musculoso, de tez aterciopelada, ojos verdes y una melena lisa que reposaba sobre sus fornidos hombros que llegaba montando en un “frison holandés” negro, el caballo más bonito que jamás se ha visto, sus crines, hondeaban al mismo tiempo que el pelo del muchacho que le montaba, eran como un baile sincronizado entre los dos, pero lo que mas destacaba de esa imagen era que de la mano izquierda llevaba las riendas de otro caballo, de belleza similar al que el muchacho montaba, este, era blanco sin una sola mancha, sus crines estaban trenzadas desde el principio al fin, un trenza firme, dura, y brillante, y a cada trote se marcaban todos los músculos que pudiera tener en las fuertes patas. Los tres se pararon delante de ella, el caballo blanco se le acercó, moviendo la cabeza como si quisiera una caricia de la joven que no le quitaba ojo,
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