Cuando sientes que la mano de la muerte se posa sobre el hombro, la vida se ve iluminada de otra manera y descubres en ti misma cosas maravillosas que apenas sospechabas. ISABEL ALLENDE.







viernes, 7 de marzo de 2008

MI CIRCULO PERFECTO.


Si algunas vidas forman un círculo perfecto, otras
en cambio, van evolucionando en formas que no podemos
predecir, ni siempre comprender.
Las pérdidas son parte de mi viaje, pero también
me han enseñado lo que es más preciado, igual que un amor por el que sólo puedo estar agradecida.




Este es el último párrafo de la película “Mensaje en una botella” de Kevin Costner, palabras que aún aquí leyéndolas así por separado estremecen todo mi cuerpo. Palabras que cada vez que las escucho hacen brotar de mis ojos innumerables lágrimas.
Hace tanto tiempo y a la vez ha pasado tan poco.
Y ahora ya no está. Y no puedo admitir que me falta algo, no puedo admitir que la falta de esa obsesión que rodeaba mi ser, pudiera hundirme tanto.
Digamos que todo pudo comenzar con una de esas manías que tienen las abuelas por buscar un novio “bien” para sus jóvenes y desvalidas nietas, por eso, y por leer demasiados libros sobre historias de amor perfectas donde el chico acaba de rodillas frente a la chica y le jura amor eterno si ella se casa con él.

Llegué a inventarme su nombre, el color de sus ojos, el sabor de sus labios, y soñé con él, soñé noche tras noche durante tanto tiempo que llegué a confundir ficción con realidad,
e incluso el día con la noche.
Era una mañana suave, de principios de verano, el aire estaba repleto de azules, que se mezclaban y se confundían (del cielo casi transparente, al otro azul luminoso con huecos blancos que dejaban las nubes al partir).
Las campanas replicaban a fiesta, tocaron largamente esa mañana, alegres, replicantes, magníficas.
Y de pronto la banda; verla fue como contemplar el mar y el cielo a la vez, me invadió una sensación extraña, como si nada estuviera ocupando su lugar, y las personas hubieran sincronizado sus movimientos para no ir desacompasadas.
Hay caras que nunca cambian de expresión. Mantienen los músculos tirantes, las cejas conservan una curvatura exacta en cualquiera de sus sentimientos, pero la suya no, la suya cada segundo expresa una cosa distinta, sus ojos brillan con cada ilusión, su cara se ilumina con cada palabra, su risa es como el tintineo de los cascabeles en Navidad, y yo, me quede ahí, parada, sin que un milímetro de mi cuerpo se estremeciera.
Le miré y sentí cómo él me miraba, ese instante eterno, ese nudo en la garganta,
el intenso latir de mi corazón. Tardé en comprender que aquella mezcla de raras sensaciones significaba enamorarse. Era un juego estúpido, demasiado ingenuo para la edad que teníamos, pero resultaba divertido, entretenido e inocente, limpio,
sincero; simplemente manteníamos la mirada, el uno del otro, era lo único que hacíamos aparte de sonreír como dos estúpidos. Pero valía la pena ya que era la única forma
de que mi mundo y el suyo coexistieran en el mismo lugar, yo no sé qué pensaría él en esos momentos, pero mi mente volaba e imaginaba infinidad de momentos a su lado, días y noches cogida de sus manos, abrazada a su cuerpo y muchas cosas más ridículas llenaban los vacíos que los sueños dejaban en las largas noches que mis ojos permanecían abiertos.
Ni siquiera sé cuánto tiempo llevábamos haciendo el mismo juego, pero supongo que para los dos era ya algo tan rutinario como el levantarse por la mañana todos los días. Supongo que ya era hora, ¿no?, de dar el siguiente paso, un paso muy ridículo pero
que a ninguno de los dos le haría ningún mal.
El sol se ocultaba tras un duro día de trabajo, la brisa comenzaba a juguetear entre los cabellos y los rostros fatigados de la gente, y de repente ocurrió lo que muchas otras
veces, lo que muchas otras miradas y sonrisas furtivas.
Sentir su mirada congeló todo mi cuerpo, pero mi mirada no fue como la de otras veces, esta vez era una mirada deseosa de poderle hablar; creo que por su mente algo similar a lo
que ocurría en la mía debía pasar, se encontraba cerca y al mismo tiempo lejos,
estábamos separados por una barrera infranqueable. Yo partía del pueblo hacia mi casa, que estaba “lejos”, por lo menos lejos de él, y él estaba allí sonriendo en la acera mirándome como si nos conociéramos de toda la vida. El semáforo se puso en rojo, papá paró, parece que el destino quisiera darnos una oportunidad. Facilitándonos ese difícil momento de las presentaciones, no sé qué pasaría por su mente, pero un escalofrió recorrió su cuerpo al mismo tiempo que por el mío. Él llevo su mano a la cara, hizo un gesto con las manos que tardé unos segundos en asimilar, fingía que hablaba por teléfono, no lo entendí, tardé unos segundos en entenderlo. ¡Me estaba pidiendo mi número de teléfono! El tiempo parecía haberse parado a su alrededor; entre sonrisas no tardé nada en levantar las manos y poco a poco ir diciéndole los números de mi móvil; primero levanté seis dedos, después dos, y así hasta que terminé de darle ocho de los nueve números de mi móvil. En ese preciso momento el semáforo truncó mi suerte, solté un gritito de dolor, mi madre me preguntó qué me ocurría pero no pude decirle nada, me quedé mirándolo, nos mantuvimos la mirada hasta que el coche giró en la curva. Esa vez fue la primera vez que lloré por él.
MALDITO SEMÁFORO, MALDITO SEIS, MALDITO MOMENTO
EN EL QUE MIS ILUSIONES ILUMINARON MI ROSTRO.
MALDITO…
No abrí la boca en el transcurso de mi viaje a casa, ni siquiera cuando mi hermano menor elegía el menú de la cena pensé en lo que me acababa de ocurrir. ¿Había sido un sueño?
Si hubiera sido un poco más rápida dándole mi número de teléfono... Si hubiera sido más rápida dándole mi número de teléfono, ¿qué habría pasado?
Había quedado con Ana, mi mejor amiga, para contarnos qué tal nos habían ido las vacaciones de Semana Santa, bueno más bien para que ella hablara de sus infinitos ligues
de vacaciones, y de lo genial que era irse de vacaciones con su hermana mayor, Marta, que la dejaba hacer todo lo que le daba la gana. Cuando íbamos por medio café en la terraza de nuestro café-bar favorito “Pk2” comenzó a sonar mi móvil, me quede paralizada, de repente recordé lo que horas antes había pasado y no supe qué hacer,
el número que llamaba era desconocido y la verdad es que no esperaba ninguna
otra llamada ni era la hora más apropiada para hacerla porque eran casi las once y
media de la noche. Ana no sabía qué ocurría pero guardó silencio mientras en mi cabeza se libraba una gran batalla: cogerlo o no cogerlo.

¡Cómo no iba a cogerlo! Llevaba soñando con ese
momento toda una vida. Abrí la tapa del móvil y descolgué, me sentí ridícula pero algo dentro de mí me dijo que era él y, ¿sabes algo?, ¡NO FALLÉ!


Tras el hola, un largo silencio, no necesitamos nada más, los dos sabíamos quién era el otro, el silencio fueron nuestras palabras de presentación, y después de eso todo retumba en mi mente como un eco profundo. ¡Ramón! ¡Ramón! ¡Ramón! Una y otra vez sólo existía esa palabra, hasta que Ana me sacó de ese mundo, no pude hacer otra cosa más que volver a la realidad. Con sonrisa idiota, como más tarde la describiría Ana, le conté lo que me había ocurrido. Ana no pudo parar de reír, era la historia más ridícula que jamás nos había pasado, creo que aún piensa que todo fue un sueño, una fantasía de niña enamorada.
Pero… todo era muy cierto.
Pasaron los días y Ramón y yo nos fuimos conociendo por mensajes, llamadas, Messenger, en fin horas y horas pensando el uno en el otro. Era como si nos conociéramos de toda la vida, y eso nos hacía sentirnos mágicos.
Prácticamente nos lo contábamos todo, manteníamos todos los días larga charlas sobre nosotros, nuestros amigos, y nuestra familia.
Fue pasando el tiempo y poco a poco cada uno conocía los secretos del otro, por la voz que ponía al teléfono, por los iconos que ponían en el Messenger… Se hicieron inseparables.
¡Llegó el día! No me lo podía creer, llego el día en el que nos encontraríamos cara a cara. Creo que esa noche apenas pude dormir, el viaje de nuevo al pueblo se hizo eterno. Qué le voy a hacer, me sentía como un niño en su primer día de colegio, por fin llegamos al pueblo, besos por aquí, abrazos por allá, en fin, momentos familiares que ocurren siempre con la misma monotonía.
Por fin los dos cara a cara, un temeroso beso en la mejilla, y su dulce sonrisa, ese hoyito que le salía en la comisura de la boca, esos dientes blancos cual perlas pulidas, sus ojos hipnotizadores que no pude dejar de mirar ni un solo instante. A él le pasó lo mismo, parecíamos dos estatuas, el uno parado frente al otro durante largo tiempo, no había nada que decir; ya todo lo decían nuestras miradas; de repente Ramón decidió dar un paseo, fuimos andando lentamente el uno al lado del otro en riguroso silencio, Ramón iba dando patadas a una piedrecilla, después de una rato andando me cogió la mano, su mano era cálida, agarraba con firmeza, con pulso firme, decidido, nunca una mano me había aportado tanta fuerza, vigor, respeto, intensidad, sinceridad…
Fue el mejor verano de mi vida.
Piscina, fiestas, Ramón, Desayunos, Ramón, Comidas, Ramón, Cenas, Ramón, Besos, Ramón, Magia, Ramón, Comidas, Ramón, en resumen, Ramón, Ramón, Ramón, Ramón, Ramón, Ramón, Ramón a todas horas. A nadie le pareció mal nuestra relación, sus amigos eran geniales, les gustaba reírse, divertirse, jugar al baloncesto, tardes enteras jugando al billar hasta que bajaba el sol lo suficiente para creerse Pau Gasol frente a las canchas del polideportivo.

Era un mundo perfecto,
en ese momento pensé que mi círculo daba vueltas perfectas, y cada vuelta me hacía más y más feliz.
Los meses pasaban lentamente mientras estábamos juntos. Pasó el primero, pasó el segundo, y el adiós estaba a punto de llegar salvo que sólo uno de los dos sabía cómo sería ese adiós y no quería pensar en él.
Estuvimos comprando ropa toda la tarde, Ramón se compró un traje oscuro perfecto para la boda de su hermana, y yo como no me decidía por nada en especial compré tres modelos distintos. Ahora lo pienso y me da la risa, ni siquiera llegué a estrenar ninguno de esos trajes, es más, allí están olvidados en el armario, en un rincón al que ni siquiera me atrevo a mirar por miedo a recordar viejos tiempos.
Esto es lo que hay, mi vida en un círculo perfecto, un viaje perfecto, sin fin, como el que se llevó a Ramón.
No se puede burlar al destino, no podemos retroceder en el tiempo y cambiarlo todo, no podemos olvidar lo que ocurre en estos días, pero ya está, ves otra vez el círculo perfecto. Ramón ya sabía su final antes de conocerme, aunque no sabía el tiempo a ciencia cierta,
tenía una enfermedad difícil de curar, una enfermedad que poco a poco me lo iba arrebatando, ¿qué podía hacer?, no entiendo por qué un día la vida me lo da todo, y al siguiente me lo arrebata como si fuera una pequeña pluma de las manos.

Ramón decidió luchar a su manera, no someterse a tratamientos inútiles que le hicieran agonizar durante demasiados días, firmó todo tipo de papeles para que no lo tuvieran conectado a ninguna máquina y, luego, ese mismo día, se atrevió a pedir mi número de teléfono, ya no tenía nada que perder, en ese momento todo estaba perdido, sólo podría ganar, pudimos ganar los dos, la vida nos dio la opción del amor, un amor como no había en la faz de la tierra. Una vida que va evolucionando día tras día como las tristes palabras que definen nuestra vida. Cuando todo acabó y, después de algunas semanas, recibí un visita, era Manuel, me traía un sobre cerrado con una carta de Ramón, dos lágrimas rodaron por mis mejillas como el primer día que descubrí que iba a perder a Ramón.
Hola, mi niña:
¿Qué estás haciendo? Yo seguro que estoy bien, si tú tienes esta nota en la mano es que todo se acabó.
¡Lo siento! Siento no haberte dicho nada, y de apurar los días al máximo sin que tú lo supieras, sólo Manuel sabía lo que pasaba en realidad, con él hablaba horas y horas y se enfadaba conmigo cada vez que no quería decirte lo que me ocurría. ¡Oh, Dios mío! qué idiota fui, si te lo hubiera dicho… acabas de irte del hospital y casi no tengo fuerza para agarrar el bolígrafo, eres fuerte y valiente, estos tres meses han sido lo mejor de mi vida, y espero que también de la tuya. Conserva los maravillosos recuerdos, esos días en los que paseábamos cogidos de la mano, el día que te pedí el número de teléfono…
Pero sabes, mi niña, te voy a pedir un pequeño favor: no tengas miedo a crear nuevos recuerdos, y gracias, gracias por hacerme pasar los mejores momentos.
Te querré siempre.
Ramón.
Junto con la carta estaba la primera foto que nos sacamos juntos, y una piedrecilla, era la piedrecilla del día que nos conocimos, aquella a la que Ramón estuvo dando patadas largo rato hasta que se decidió a cogerme la mano.
Me abracé a Manuel llorando, lo había perdido, era parte de mi viaje, ahora lo sé, pero ojala no se hubiera cerrado el círculo y Ramón siguiera
a mi lado.
Lo echaré de menos eternamente, soñaré con él cada noche, día, semana, mes, año, la vida eterna porque me dio la opción de vivir un amor dulce y apasionado, breve pero intenso, y el amargo final no enturbiará la evolución de:

¡MI CÍRCULO PERFECTO!

Probablemente me esperará en las estrellas; los dos estaremos unidos en algún lugar del espacio entre ese caos irreparable que es el infinito; los dos conseguiremos unirnos y formar una gran estrella que dé luz a la vida de todas esas personas que como nosotros decidieron formar parte de un círculo perfecto.

lunes, 3 de marzo de 2008

¿y si no encuentro el final?


En el borde del precipicio
solo ha una manera de ir hacia adelante
Dar un paso atras.


porque cuando todo parece que va a ir bien, la rabia y la desesperanza abordan de nuevo mi corazon, porque me haccen sentir fatal,


de mis ojos no salen lagrimas, estan demasiado secos, demasiadas lagrimas inutiles derramadas en otros tiempos, amargos momentos, estupidos desamores, y ahora, cuando de verdad necesitas poder desahogar, no sale nada, ni siquiera una mirada triste, una indiferente, una rabia abrumadora inunda mi corazon,



¿y si no encuentro el final? que sera de mi, y si no conseguimos volver a ser lo que un dia fuimos?

no lo entiendo

en otra vida tuve que ser demasiado hija de puta para que ahora el karma me devuelva la vida que tengo asi!


que mierda de sueños rotos!!!